La inteligencia emocional es una habilidad para detectar las emociones y sentimientos tantos propios como ajenos y con ello utilizar esa información como ´guía para el pensamiento y la acción.
Como trabajadores sociales estamos en constante contacto con personas en situaciones complejas y difíciles, el desarrollo de esta actividad puede llevarnos a desarrollar nuestra profesión de una manera más eficaz y eficiente al permitirnos una mejor apreciación de la situación, incluso, puede ser de gran utilidad para prevenir el burnout.
Los puntos básico en los que debemos centrarnos para no dejar que las emociones pueden nublar nuestro juicio o nos afecte psicológicamente son:
- Ser conscientes de nuestras propias emociones.
- Ser capaces de manejarlas.
- Desarrollar la automotivación y la empatía.
- Manejar las relaciones con los usuarios.
¿Cómo lograr que las emociones no nos afecten?
Muchos expertos se centran en el autoconocimiento, ya que conocer nuestros propios límites nos permite adelantarnos al sufrimiento. Algunos apuntan a la práctica y el tiempo como métodos infalibles.
Los más jóvenes, creen en los beneficios del coaching. Hay quienes recomiendan el Mindfulness porque realmente les ha funcionado.
Otros solo se limitan a anular su capacidad de emocionarse convirtiéndose en auténticos robots frente a una pantalla del ordenador. Pero… ¿cómo desarrollamos nuestra inteligencia emocional evitando que nuestra capacidad de empatizar deje de ser un valor añadido y derive en sufrir el síndrome de burnout?
El famoso Daniel Goleman, famoso psicólogo dice: “La verdadera compasión no es solo sentir el dolor del otro, sino también sentirse impulsado a ayudarle. Sentir compasión no sirve de nada si eso no hace que no realicemos acciones distintas a las que haríamos si no sintiéramos eso.”
Y aunque podríamos sustituir la palabra compasión por empatía, ¿no es esa habilidad de sentir el dolor del otro y la necesidad que tenemos de generar un cambio la que da sentido a los que somos?
Fuente: Blog Annabel Navarro
